RADIO FE LATINA

Hijos de la Virgen Santisima que se acercan a esta Casa de Maria.

Todos estamos llamados a ser SANTOS

"Todos los seres humanos están llamados a la santidad que, en última instancia, consiste en vivir como hijos de Dios, en esa “semejanza” a Él, según la cual, han sido creados. Todos son hijos de Dios, y todos tienen que llegar a ser lo que son, a través del camino exigente de la libertad».
(S.S. Benedicto XVI, 1 de noviembre de 2007)

sábado, 4 de diciembre de 2010

viernes, 26 de noviembre de 2010

LAS DOS APARICIONES ORIGEN DE LA ADVOCACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA A SANTA CATALINA LABOURÉ EN PARIS (FRANCIA)

PRIMERA APARICIÓN

En la calle del Bac, número 140, en pleno centro de París, está la casa madre de la Compañía de las Religiosas Hijas de la Caridad, que fundaran san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillach.

En esta casa habitaba en 1830 una novicia llamada sor Catalina Labouré, a quien la Santísima Virgen confió un mensaje salvador para todos los que con confianza y fervor lo aceptaran y practicaran.

Leamos el mensaje escrito por la misma santa Catalina Labouré.

"La noche del 18 de julio de 1830, a eso de las 23'30, me oí llamar: "¡Sor Labouré, sor Labouré!" Desperté y miré el lado de donde venía la voz, y veo un niño vestido de blanco, de unos 4 a 5 años, que me dice: "VENGA A LA CAPILLA." Me levanté y guiada por el niño me fui a la capilla: la puerta se abrió apenas el niño la tocó con la mano. Sentada en un sillón, junto al altar, estaba la Virgen. Yo dudaba que fuese la Virgen. Pero el niño me dijo: "¡ESA ES LA SANTA VIRGEN!" Entonces la miré y di un salto hacia ella, arrodillándome a sus pies y poniendo las manos sobre sus rodillas. Me dijo:


"HIJA MíA, EL BUEN DIOS QUIERE ENCOMENDARTE UNA MISIÓN. TENDRÁS MUCHAS PENAS QUE SUPERARÁS, PENSANDO QUE LO HACES POR LA GLORIA DEL BUEN DIOS.

VENID A LOS PIES DE ESTE ALTAR: AQUÍ SE DISTRIBUIRÁN LAS GRACIAS A TODOS CUANTOS LAS PIDAN CON CONFIANZA Y FERVOR."

La Virgen mostró su deseo de que se fundara la Asociación de las Hijas de María, para celebrar el mes de mayo a ella dedicado, con gran solemnidad. Me dijo: "YO GUSTO MUCHO DE ESAS FIESTAS Y CONCEDO MUCHAS GRACIAS."

Dijo esto y desapareció por el lado de la tribuna.

Me alcé de las gradas del altar y observé al niño donde lo había dejado. Me dijo: "SE HA IDO."

Volví al lecho a las 2 de la mañana, oí dar la hora, pero ya no me dormí. "


SEGUNDA APARICIÓN

Leamos la aparición y el mensaje que en ella se nos comunica, escrito por la misma santa Catalina Labouré.

El día 27 de noviembre de 1830, a las 5'30 de la tarde, en medio de un profundo silencio, de nuevo la Virgen se le aparece a sor Catalina Labouré, al pie del mismo altar, de pie sobre la esfera del mundo a sus plantas con un globo en las manos, y le dijo:

""ESTE GLOBO QUE VES REPRESENTA EL MUNDO ENTERO Y CADA ALMA EN PARTICULAR."

La figura de la Santísima Virgen estaba llena de tanta belleza, que yo no podría describirla.

Advertí que sus dedos se llenaban de anillos y piedras preciosas, y los rayos de luz que de ellos salían se difundían por todas partes.

Se me dijo:

"ESTOS RAYOS DE LUZ SON EL SÍMBOLO DE LAS GRACIAS QUE LA SANTÍSIMA VIRGEN CONCEDE A TODOS LOS QUE SE LAS PIDEN."


Se formó un cuadro un poco ovalado alrededor de la Santísima Virgen con una inscripción con letras de oro que decía:

iOH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!

"HAZ ACUÑAR UNA MEDALLA IGUAL A ESTE MODELO. TODAS LAS PERSONAS QUE LA LLEVEN CON CONFIANZA, COLGADA AL CUELLO, RECIBIRÁN GRANDES GRACIAS.""

En el reverso de la medalla debía colocarse la letra M y encima una cruz, añadiendo en la parte inferior dos corazones: uno coronado de espinas y otro traspasado por una espada. Símbolo de los corazones de Jesús y de María.

Una vez acuñada la medalla, y propagada profusamente, los acontecimientos dieron pruebas del origen divino de su mensaje.

A vista de los hechos extraordinarios, el Arzobispo de París Mons. de QUELEN mandó hacer una investigación oficial sobre el origen y los hechos de la Medalla de la Calle del Bac. He aquí la conclusión:

"La rapidez extraordinaria con la cual esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que han sido acuñadas y distribuidas, los hechos maravillosos y las Gracias singulares que los fieles han obtenido con su confianza parecen verdaderamente los signos por los cuales el Cielo ha querido confirmar la realidad de las apariciones, veracidad del relato de la vidente y la difusión de la
medalla".

Y en Roma, en 1846, como consecuencia de la ruidosa conversión del Judío Alfonso de Ratisbona, el Papa Gregorio XVI confirmaba con toda su autoridad las conclusiones del Arzobispo de París.


Llevar la santa medalla es proclamar nuestra fe en la súplica de la Santísima Virgen María, como medianera universal ante la presencia de Dios.
LOURDES Y LA MEDALLA MILAGROSA

La Medalla, Milagrosa es conocida en el mundo entero . Pero con frecuencia se ignora que las apariciones de la Capilla de la Calle del Bac prepararon los grandes acontecimientos de Lourdes.
"La Señora de la Gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa", declaró Santa Bernadita. que llevaba al cuello la Medalla de la Calle del Bac.

La invocación de la Medalla. . "OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS", difundida por todas partes por la Medalla Milagrosa, suscitó el gran movimiento de fe que "movió al Papa Pío IX en 1854, a definir el dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro años después,. la aparición de Massabielle confirmaba de manera inesperada la definición de Roma.

En 1954, con ocasión del centenario de esta definición, la Santa Sede hizo acuñar una medalla conmemorativa. En el reverso de la misma, la imagen de la Medalla Milagrosa y la de la gruta de Lourdes, asociadas estrechamente, ponían de relieve el lazo íntimo que une las dos apariciones de la Virgen con la definición de¡ dogma de la Inmaculada Concepción..

Lo, mismo que Lourdes es una fuente inagotable de Gracias, la Medalla Milagrosa es siempre el instrumento de la incansable bondad de la Santísima Virgen con todos los pecadores y desdichados de la tierra.

Los Cristianos que sepan meditar su significado encontrarán en ella el simbolismo de toda la doctrina de la Iglesia sobre el lugar providencia¡ que María ocupa en la Redención, y en particular su mediación universal.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Vision de Valtorta del Viaje a Belen y la natividad. Comencemos a prepararnos para la Navidad Estos fragmentos pueden ayudarnos a meditar

El viaje a Belén

Veo un camino principal. Viene por él mucha gente. Borriquillos cargados de utensilios y de personas. Borriquillos que regre­san. La gente los espolea. Quien va a pie, va aprisa porque hace frío.

El aire es limpio y seco. El cielo está sereno, pero tiene ese frío cortante de los días invernales. La campiña sin hojas parece más extensa, y los pastizales apenas si tienen hierba un poco cre­cida, quemada con los vientos invernales; en los pastizales las ovejas buscan algo de comer y buscan el sol que poco a poco se levanta; se estrechan una a la otra, porque también ellas tienen frío y balan levantando su trompa hacia el sol como si le dijesen: “ Baja pronto, ¡que hace frío! “. El terreno tiene ondulaciones que cada vez son más claras. Es en realidad un terreno de colinas. Hay concavidades con hierba lo mismo que valles pequeños. El camino pasa por en medio de ellos y se dirige hacia el sureste.

María viene montada en un borriquillo gris. Envuelta en un manto pesado. Delante de la silla está el arnés que llevó en el viaje a Hebrón, y sobre el cofre van las cosas necesarias. José camina a su lado, llevando la rienda. ¿Estás cansada?: le pregunta de cuando en cuando.

María lo mira. Le sonríe. Le contesta: « No. » A la tercera vez añade: « Más bien tu debes sentirte cansado con el camino que hemos hecho. »

« ¡Oh, yo ni por nada! Creo que si hubiese encontrado otro asno, podrías venir más cómoda y caminaríamos más pronto. Pero no lo encontré. Todos necesitan en estos días de una cabalgadura. Lo siento. Pronto llegaremos a Belén. Más allá de aquel monte está Efrata. »

Ambos guardan silencio. La Virgen, cuando no habla, parece como si se recogiese en plegaria. Dulcemente se sonríe con un pensamiento que entreteje en sí misma. Si mira a la gente, parece como si no viera lo que hay: hombres, mujeres, ancianos, pastores ricos, pobres, sino lo que Ella sola ve.

« ¿ Tienes frío? » pregunta José, porque sopla el aire. « No. Gracias. »

Pero José no se fía. Le toca los pies que cuelgan al lado del borriquillo, calzados con sandalias y que apenas si se dejan ver a través del largo vestido. Debe haberlos sentido fríos, porque sacude su cabeza y se quita una especie de capa pequeña, y la pone en las rodillas de María, la extiende sobre sus muslos, de modo que sus manitas estén bien calientes bajo ella y bajo el manto.

Encuentran a un pastor que atraviesa con su ganado de un lado a otro. José se le acerca y le dice algo. El pastor dice que sí, José toma el borriquillo y lo lleva detrás del ganado que está paciendo. El pastor toma una rústica taza de su alforja y ordeña una robusta oveja. Entrega a José la taza que la da a María.

« Dios os bendiga» dice María. « A ti por tu amor, y a ti por tu bondad. Rogaré por ti. »

« ¿ Venís de lejos? »

« De Nazaret» responde José.

« ¿Y vais?»

« A Belén. »

El camino es largo para la mujer en este estado. ¿Es tu mujer? »

« Sí. »

«¿ Tenéis a donde ir? »

« No. »

« ¡Va mal todo! Belén está llena de gente que ha llegado de todas partes para empadronarse o para ir a otras partes. No sé si encontréis alojo. ¿Conoces bien el lugar? »

« No muy bien. »

« Bueno.. . te voy a enseñar... porque se trata de Ella (y se­ñala a María). Buscad el alojo. Estará lleno. Te lo digo para darte una idea. Está en una plaza. Es la más grande. Se llega a ella por este camino principal. No podéis equivocaros. Delante de ella hay una fuente. El albergue es grande y bajo con un gran portal. Estará lleno. Pero si no podéis alojaros en él o en alguna casa, dad vuelta por detrás del albergue, como yendo a la campiña. Hay apriscos en el monte. Algunas veces los merca­deres que van a Jerusalén los emplean como albergue. Hay a­priscos en el monte, no lo olvidéis: húmedos, fríos y sin puerta, pero siempre son un refugio, porque la mujer... no puede que­darse en la mitad del camino. Tal vez allí encontréis un lugar... y también heno para dormir y para el asno. Que Dios os acom­pañe. »

« Y a ti te dé su alegría» responde la Virgen. José por su par­te dice: « La paz sea contigo. »

Vuelve a continuar su camino. Una concavidad más extensa se deja ver desde la cresta a la que han llegado. En la concavi­dad, arribo y abajo, a lo largo de las suaves pendientes que la rodean, se ven casas y casas. Es Belén.

« Hemos llegado a la tierra de David, María. Ahora vas a des­cansar. Me parece que estás muy cansada... »

« No. Pensaba yo... estoy pensando... » María aprieta la ma­no de José y le dice con una sonrisa de bienaventurada: « Estoy pensando que el momento ha llegado. »

« ¡ Que Dios nos socorra! ¿ Qué vamos a hacer? »

« No temas, José. Ten constancia. ¿ Ves qué tranquila estoy yo? »

« Pero sufres mucho. »

« ¡ Oh no! ». Me encuentro llena de alegría. Una alegría tal, tan fuerte, tan grande, incontenible, que mi corazón palpita muy fuerte y me dice: " i Va a nacer! ¡ Va a nacer! " Lo dice a cada palpitar. Es mi Hijo que toca a mi corazón y que dice: "Mamá: ya vine. Vengo a darte un beso de parte de Dios. ¡Oh, qué ale­gría, José mío! »

Pero José no participa de la misma alegría. Piensa en lo urgen­te que es encontrar un refugio, y apresura el paso. Puerta tras puerta pide alojo. Nada. Todo está ocupado. Llegan al albergue. Está lleno hasta en los portales, que rodean el patio interior.

José deja a María que sigue sentada sobre el borriquillo en el patio y sale en busca de algunas otras casas. Regresa desconso­lado. No hay ningún alojo. El crepúsculo invernal pronto se echa encima y empieza a extender sus velos. José suplica al dueño del albergue. Suplica a viajeros. Ellos son varones y están sanos. Se trata ahora de una mujer próxima a dar a luz. Que tengan piedad. Nada. Hay un rico fariseo que los mira con manifiesto desprecio, y cuando María se acerca, se separa de ella como si se hubiera acercado una leprosa. José lo mira y la indignación le cruza por la cara. María pone su mano sobre la muñeca de José para cal­marlo. Le dice: « No insistas. Vámonos. Dios proveerá. »

Salen. Siguen por los muros del albergue. Dan vuelta por una callejuela metida entre ellos y casuchas. Le dan vuelta. Buscan. Allí hay algo como cuevas, bodegas, más bien que apriscos, por­que son bajas y húmedas. Las mejores están ya ocupadas. José se siente descorazonado.

« Oye, galileo » le grita por detrás un viejo. « Allá en el fondo, bajo aquellas ruinas, hay una cueva. Tal vez no haya nadie. »

Se apresuran a ir a esa cueva. Y que si es una madriguera. En­tre los escombros que se ven hay un agujero, más allá del cual se ve una cueva, una madriguera excavada en el monte, más bien que gruta. Parece que sean los antiguos fundamentos de una vieja construcción, a la que sirven de techo los escombros caídos sobre troncos de árboles.

Como hay muy poca luz y para ver mejor, José saca la yesca y prende una candileja que toma de la alforja que trae sobre la espalda. Entra y un mugido lo saluda. « Ven, María. Está vacía. No hay sino un buey. » José sonríe. « Mejor que nada ... »

María baja del borriquillo y entra.

José puso ya la candileja en un clavo que hay sobre un tronco que hace de pilar. Se ve que todo está lleno de telarañas. El sue­lo, que está batido, revuelto, con hoyos, guijarros, desperdicios, excrementos, tiene paja. En el fondo, un buey se vuelve y mira con sus quietos ojos. Le cuelga hierba del hocico. Hay un rústico asiento y dos piedras en un rincón cerca de una hendidura. Lo negro del rincón dice que allí suele hacerse fuego.

María se acerca al buey. Tiene frío. Le pone las manos sobre su pescuezo para sentir lo tibio de él. El buey muge, pero no hace más, parece como si comprendiera. Lo mismo cuando José lo em­puja para tomar mucho heno del pesebre y hacer un lecho para María - el pesebre es doble, esto es, donde come el buey, y arri­ba una especie de estante con heno de repuesto, y de este toma José - no se opone. Hace lugar aun al borriquillo que cansado y hambriento, se pone al punto a comer. José voltea también un cubo con abolladuras. Sale, porque afuera vio un riachuelo, y vuelve con agua para el borriquillo. Toma un manojo de varas secas que hay en un rincón y se pone a limpiar un poco el suelo. Luego desparrama el heno. Hace una especie de lecho, cerca del buey, en el rincón más seco y más defendido del viento. Pero sien­te que está húmedo el heno y suspira. Prende fuego, y con una paciencia de trapista, seca poco a poco el heno junto al fuego.

María sentada en el banco, cansada, mira y sonríe. Todo está ya pronto. María se acomoda lo mejor que puede sobre el muelle de heno, con las espaldas apoyadas contra un tronco. José adorna todo aquel... ajuar, pone su manto como una cortina en la en­trada que hace de puerta, Una defensa muy pobre. Luego da a la Virgen pan y queso, y le da a beber agua de una cantimplora. « Duerme ahora» le dice. « Yo velaré para que el fuego no se apa­gue. Afortunadamente hay leña. Esperamos que dure y que arda. Así podemos ahorrar el aceite de la lámpara. »

María obediente se acuesta. José la cubre con el manto de ella, y con la capa que tenía antes en los pies.

« Pero tu vas a tener frío... »

« No, María. Estoy cerca del fuego. Trata de descansar. Maña­na será mejor. »

María cierra los ojos. No insiste. José se va a su rincón. Se sienta sobre una piedra, con pedazos de leña cerca. Pocos, que no durarán mucho por lo que veo.

Están del siguiente modo: María a la derecha con las espaldas a la... puerta, semi-escondida por el tronco y por el cuerpo del buey que se ha echado en tierra. José a la izquierda y hacia la puer­ta, por lo tanto, diagonalmente, y así su cara da al fuego, con las espaldas a María. Pero de vez en vez se voltea a mirarla y la ve tranquila, como si durmiese. Despacio rompe las varas y las echa una por una en la hoguera pequeña para que no se apague, para que dé luz, y para que la leña dure. No hay más que el brillo del luego que ahora se reaviva, ahora casi está por apagarse. Como está apagada la lámpara de aceite, en la penumbra resaltan sólo la figura del buey, la cara y manos de José. Todo lo demás es un montón que se confunde en la gruesa penumbra.

Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
(Escrito el 6 de junio de 1944)

Veo el interior de este pobre albergue rocoso que María y José comparten con los animales. La pequeña hoguera está a punto de apagarse, como quien la vigila a punto de quedarse dormido. María levanta su cabeza de la especie de lecho y mira. Ve que José tiene la cabeza inclinada sobre el pecho como si estuviese pensando, y está segura que el cansancio ha vencido su deseo de estar despierto. ¡Qué hermosa sonrisa le aflora por los labios! Haciendo menos ruido que haría una mariposa al posarse sobre una rosa, se sienta, y luego se arrodilla. Ora. Es una sonrisa de bienaventurada la que llena su rostro. Ora con los brazos abiertos no en forma de cruz, sino con las palmas hacia arriba y hacia adelante, y parece como si no se cansase con esta posición. Luego se postra contra el heno orando más intensamente. Una larga plegaria.

José se despierta. Ve que el fuego casi se ha apagado y que el lugar está casi oscuro. Echa unas cuantas varas. La llama prende. Le echa unas cuantas ramas gruesas, y luego otras más, porque el frío debe ser agudo. Un frío nocturno invernal que penetra por todas las partes de estas ruinas. El pobre José, como está junto a la puerta - llamemos así a la entrada sobre la que su manto hace las veces de puerta - debe estar congelado. Acerca sus ma­nos al fuego. Se quita las sandalias y acerca los pies al fuego. Cuando ve que este va bien y que alumbra lo suficiente, se da me­dia vuelta. No ve nada, ni siquiera lo blanco del velo de María que formaba antes una línea clara en el heno oscuro. Se pone de pie y despacio se acerca a donde está María.

« ¿ No te has dormido? » le pregunta. Y por tres veces lo hace, hasta que Ella se estremece, y responde: « Estoy orando. »

« ¿ Te hace falta algo? »

« Nada, José. »

« Trata de dormir un poco. Al menos de descansar. »

« Lo haré. Pero el orar no me cansa. »

« Buenas noches, María. »

« Buenas noches, José».

María vuelve a su antigua posición. José, para no dejarse ven­cer otra vez del sueño, se pone de rodillas cerca del fuego y ora. Ora con las manos juntas sobre la cara. Las mueve algunas veces para echar más leña al fuego y luego vuelve a su ferviente plega­ria. Fuera del rumor de la leña que chisporrotea, y del que pro­duce el borriquillo que algunas veces golpea su pesuña contra el suelo, otra cosa no se oye.

Un rayo de luna se cuela por entre una grieta del techo y parece como hilo plateado que buscase a María. Se alarga, confor­me la luna se alza en lo alto del cielo, y finalmente la alcanza. Ahora está sobre su cabeza que ora. La nimba de su candor.

María levanta su cabeza como si de lo alto alguien la llamase, nuevamente se pone de rodillas. ¡Oh, qué bello es aquí! Levanta su cabeza que parece brillar con la luz blanca de la luna, y una sonrisa sobrehumana transforma su rostro. ¿Qué cosa está viendo? ¿Qué oyendo? ¿Qué cosa experimenta? Solo Ella puede decir lo que vio, sintió y experimentó en la hora dichosa de su Maternidad. Yo solo veo que a su alrededor la luz aumenta, aumenta, aumenta. Parece como si bajara del cielo, parece como si manara de las pobres cosas que están a su alrededor, sobre todo parece como si de Ella procediese.

Su vestido azul oscuro, ahora parece estar teñido de un suave color de miosotis, sus manos y su rostro parecen tomar el azuli­no de un zafiro intensamente pálido puesto al fuego. Este color, que me recuerda, aunque muy tenue, el que veo en las visiones del santo paraíso, y el que vi en la visión de cuando vinieron los Magos, se difunde cada vez más sobre todas las cosas, las viste, purifica, las hace brillantes.

La luz emana cada vez con más fuerza del cuerpo de María; absorbe la de la luna, parece como que Ella atrajese hacia sí la que le pudiese venir de lo alto. Ya es la Depositaria de la Luz. La que será la Luz del mundo. Y esta beatífica, incalculable, inconmensurable, eterna, divina Luz que está para darse, se anun­cia con un alba, una alborada, un coro de átomos de luz que au­mentan, aumentan cual marea, que suben, que suben cual incien­so, que bajan como una avenida, que se esparcen cual un velo...

La bóveda, llena de agujeros, telarañas, escombros que por mi­lagro se balancean en el aire y no se caen; la bóveda negra, llena de humo, apestosa, parece la bóveda de una sala real. Cualquier piedra es un macizo de plata, cualquier agujero un brillar de ópalos, cualquier telaraña un preciosismo baldaquín tejido de plata y diamantes. Una lagartija que está entre dos piedras, pare­ce un collar de esmeraldas que alguna reina dejara allí; y unos murciélagos que descansan parecen una hoguera preciosa de ónix. El heno que sale de la parte superior del pesebre, no es más hier­ba, es hilo de plata y plata pura que se balancea en el aire cual se mece una cabellera suelta.

El pesebre es, en su madera negra, un bloque de plata bruñida. Las paredes están cubiertas con un brocado en que el candor de la seda desaparece ante el recamo de perlas en relieve; y el suelo... ¿ qué es ahora? Un cristal encendido con luz blanca; los salientes parecen rosas de luz tiradas como homenaje a él; y los hoyos, copas preciosas de las que broten aromas y perfumes.

La luz crece cada vez más. Es irresistible a los ojos. En medio de ella desaparece, como absorbida por un velo de incandescen­cia, la Virgen... y de ella emerge la Madre.

Sí. Cuando soy capaz de ver nuevamente la luz, veo a María con su Hijo recién nacido entre los brazos. Un Pequeñín, de color rosado y gordito, que gesticula y mueve sus manitas gorditas co­mo capullo de rosa, y sus piecitos que podrían estar en la corola de una rosa; que llora con una vocecita trémula, como la de un corderito que acaba de nacer, abriendo su boquita que parece una fresa selvática y que enseña una lengûita que se mueve con­tra el paladar rosado; que mueve su cabecita tan rubia que pare­ce como si no tuviese ni un cabello, una cabecita redonda que la Mamá sostiene en la palma de su mano, mientras mira a su Hijito, y lo adora ya sonriendo, ya llorando; se inclina a besarlo no so­bre su cabecita, sino sobre su pecho, donde palpita su corazon­cito, que palpita por nosotros... allí donde un día recibirá la lanzada. Se la cura de antemano su Mamita con un beso inmacu­lado.

El buey, que se ha despertado al ver la claridad, se levanta dando fuertes patadas sobre el suelo y muge. El borrico vuelve su cabeza y rebuzna. Es la luz la que lo despierta, pero yo me i­magino que quisieron saludar a su Creador, creador de ellos, crea­dor de todos los animales.

José que oraba tan profundamente que apenas si caía en la cuenta de lo que le rodeaba, se estremece, y por entre sus dedos que tiene ante la cara, ve que se filtra una luz. Se quita las manos de la cara, levanta la cabeza, se voltea. El buey que está parado no deja ver a María. Ella grita: « José, ven. »

José corre. Y cuando ve, se detiene, presa de reverencia, y está para caer de rodillas donde se encuentra, si no es que María insiste: « Ven, José», se sostiene con la mano izquierda sobre el heno, mientras que con la derecha aprieta contra su corazón al Peque­ñín. Se levanta y va a José que camina temeroso, entre el deseo de ir y el temor de ser irreverente.

A los pies de la cama de paja ambos esposos se encuentran y se miran con lágrimas llenas de felicidad.

« Ven, ofrezcamos a Jesús al Padre» dice María.

Y mientras José se arrodilla, Ella de pie entre dos troncos que sostienen la bóveda, levanta a su Hijo entre los brazos y dice: « Heme aquí. En su Nombre, ¡ oh Dios! te digo esto. Heme aquí para hacer tu voluntad. Y con El, yo, María y José, mi esposo. Aquí están tus siervos, Señor. Que siempre hagamos a cada momento, en cualquier cosa, tu voluntad, para gloria tuya y por amor tuyo. » Luego María se inclina y dice: « Tómalo, José» y ofrece al Pequeñín.

« ¿ Yo? ¿ Me toca a mí? ¡ Oh, no! ¡ No soy digno! » José está terriblemente despavorido, aniquilado ante la idea de tocar a Dios.

Pero María sonriente insiste: « Eres digno de ello. Nadie más que tú, y por eso el Altísimo te escogió. Tómalo, José y tenlo mientras voy a buscar los pañales. »

José, rojo como la púrpura, extiende sus brazos, toma ese montoncito de carne que chilla de frío y cuando lo tiene entre sus brazos no siente más el deseo de tenerlo separado de sí por respeto, se lo estrecha contra el corazón diciendo en medio de un estallido de lágrimas: « ¡ Oh, Señor, Dios mío! » y se inclina a besar los piececitos y los siente fríos. Se sienta, lo pone sobre sus rodillas y con su vestido café, con sus manos procura cubrirlo, ca­lentarlo, defenderlo del viento helado de la noche. Quisiera ir al fuego, pero allí la corriente de aire que entra es peor. Es mejor quedarse aquí. No. Mejor ir entre los dos animales que defienden del aire y que despiden calor. Y se va entre el buey y el asno y se está con las espaldas contra la entrada, inclinado sobre el Recién nacido para hacer de su pecho una hornacina cuyas paredes la­terales son una cabeza gris de largas orejas, un grande hocico blanco cuya nariz despide vapor y cuyos ojos miran bonachonamente.

María abrió ya el cofre, y sacó ya lienzos y fajas. Ha ido a la ho­guera a calentarlos. Viene a donde está José, envuelve al Niño en lienzos tibios y luego en su velo para proteger su cabecita. «¿ Dón­de lo pondremos ahora?» pregunta.

José mira a su alrededor. Piensa... « Espera » dice. « Vamos a echar más acá a los dos animales y su paja. Tomaremos más de aquella que está allí arriba, y la ponemos aquí dentro. Las tablas del pesebre lo protegerán del aire; el heno le servirá de almohada y el buey con su aliento lo calentará un poco. Mejor el buey. Es más paciente y quieto. » Y se pone hacer lo dicho, entre tanto María arrulla a su Pequeñín apretándoselo contra su corazón, y poniendo sus mejillas sobre la cabecita para darle calor. José vuelve a atizar la hoguera, sin darse descanso, para que se le­vante una buena llama. Seca el heno y según lo va sintiendo un poco caliente lo mete dentro para que no se enfríe. Cuando tiene sufi­ciente, va al pesebre y lo coloca de modo que sirva para hacer una cunita. « Ya está » dice. « Ahora se necesita una manta, porque el heno espina y para cubrirlo completamente ... »

« Toma mi manto » dice María.

« Tendrás frío. »

« ¡ Oh, no importa! La capa es muy tosca; el manto es delicado y caliente. No tengo frío para nada. Con tal de que no sufra Él. »

José toma el ancho manto de delicada lana de color azul oscuro, y lo pone doblado sobre el heno, con una punta que pende fuera del pesebre. El primer lecho del Salvador está ya preparado.

María, con su dulce caminar, lo trae, lo coloca, lo cubre con la extremidad del manto; le envuelve la cabecita desnuda que sobre­sale del heno y la que protege muy flojamente su velo sutil. Tan solo su rostro pequeñito queda descubierto, gordito como el puño de un hombre, y los dos, inclinados sobre el pesebre, bienaventura­dos, lo ven dormir su primer sueño, porque el calor de los pañales y del heno han calmado su llanto y han hecho dormir al dulce Jesús.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Donde esta el Santisimo Sacramento esta Su Madre Santisima

Honramos, adoramos, glorificamos al Santisimo Sacramento del Altar por todos aquellos que no lo honran, no adoran, no glorifican y hacemos reparacion por tantas blasfemias contra la Madre de Dios Maria Santisima.
amen


viernes, 29 de octubre de 2010

Halloween es una fiesta asociada a la brujería y el satanismo.

 
Halloween NO es una fiesta católica.
 
Halloween es una fiesta asociada a la brujería y el satanismo.
 
Halloween NO es una fiesta inocente.
 
La Biblia dice claramente:
 
"cuando hayas entrado en la tierra que Dios te de, no imites las abominaciones de esas naciones."
(Deuteronomio 18,9)
 
La Iglesia Católica trató de suprimir el Halloween desde el siglo VII.
 
DI NO AL HALLOWEEN!

miércoles, 22 de septiembre de 2010

CONSAGRACION A MARIA

¡Oh Señora y Madre mía!
Yo me ofrezco del todo a Vos,
y en prueba de mi filial afecto
os consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón;
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
¡oh Madre de bondad!,
guardadme y defendedme
como cosa y posesión vuestra.
Amén.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nuestra Señora de la Piedad honramos tus dolores a los pies de la Cruz de CRISTO.

La Madre estaba junto a la cruz
De los sermones de san Bernardo, abad


El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste –dice el santo anciano, refiriéndose al niño Jesús– está puesto como una bandera discutida; y a ti –añade, dirigiéndose a María– una espada te traspasará el alma.

En verdad, Madre santa, una espada traspasó tu alma. Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús –que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo– hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y, por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal.

¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?

No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores.

Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Este murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.

jueves, 12 de agosto de 2010

MISTERIOS DEL ROSARIO


 
MISTERIOS GOZOSOS (lunes y sábado)
1. La Encarnación del Hijo de Dios.
2. La Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel.
3. El Nacimiento del Hijo de Dios.
4. La Purificación de la Virgen Santísima.
5. La Pérdida del Niño Jesús y su hallazgo en el templo.
 

MISTERIOS DOLOROSOS (martes y viernes)
1. La Oración de Nuestro Señor en el Huerto.
2. La Flagelación del Señor.
3. La Coronación de espinas.
4. El Camino del Monte Calvario.
5. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor.
 

 
MISTERIOS GLORIOSOS (miércoles y domingo)
1. La Resurrección del Señor.
2. La Ascensión del Señor.
3. La Venida del Espíritu Santo.
4. La Asunción de Nuestra Señora a los Cielos.
5. La Coronación de la Santísima Virgen.
 

MISTERIOS LUMINOSOS (jueves)
1. El Bautismo de Jesús en el Jordán.
2. La Autorevelación de Jesús en las bodas de Caná.
3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión.
4. La Transfiguración.
5. La institución de la Eucaristía.
 


sábado, 7 de agosto de 2010

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María: 15 de agosto


Día primero

Oh, María sin pecado concebida!
la más Preciosa Niña,
Reina de las Maravillas.
Regálame en este día,
hacerme pequeñito,
y siempre ser tu verdadero hijo,
para llegar algún día al Dios de la Vida.
Amén.

En cada día se puede rezar un
Padrenuestro, Ave María y Gloria.


Día segundo

María, princesa desde niña,
sobre la tierra sería ya nuestra guía
y en Tí resplandecería
el cumplimiento de las profecías.
Oh! mi dulce compañía,
guía a este siervo pequeñito,
que nada sería si en él no estaría
la Luz Divina.
Amén.

Día tercero

Vaso purísimo!, Estrella mía!
que hilabas en tu Seno, como Virgen Inmaculada,
al Dios que amabas,
que por Él suspirabas
y que brillaba, en una Niña Casta
que se esposaba como Inmaculada.
Haz que la pureza en mí resplandezca
y que inunde toda la tierra que parece desierta.
Amén.

Día cuarto

Oh, María! del mismo Dios alegría.
Oh, María! a la que el ángel saludaría
y le confiaría la más hermosa noticia,
que en Tí viviría el Dios de la Vida,
el Mesías esperado,
ya anunciado y por los corazones anhelado.
Oh, Lirio Perfumado! por el Señor siempre Santo!
haced que digamos siempre "Sí" y vivamos para Tí,
pues el Buen Dios a Tí nos dió
y desde la Encarnación te señaló
como Corredentora para nos.
Amén.

Día quinto

Madre mía, bella María!
que en tus brazos acunarías,
al Sol que iluminaría nuestras pobres vidas.
Oh, María! cuyos ojos mirarían
con dulzura infinita al Niño que padecería
y nos redimiría en la Cruz un día.
Haz que seamos mansos y humildes de corazón
como lo fue siempre Nuestro Señor.
Amén.

Día sexto

Oh, Madre de Redención!
cáliz de amor!
llévanos al Salvador,
misterio de alegría en el corazón
y en el que palpita la alabanza al Padre Creador.
Haz que la esperanza inunde nuestra alma,
pues es nuestro Dios, escudo de Salvación,
quien es nuestra protección
ya que con Su Sangre nos cubrió
y nos enseñó lo que es el verdadero amor.
Amén.


Día séptimo

Oh, María!, Señora mía!
enséñame en este día,
lo que la caridad sería,
para llegar algún día
a la Tierra Prometida!.
Oh, María!, Rosa Castísima!
muéstrame el camino de la verdad
para que llegue a la santidad
Amén.


Día octavo

Oh, María!, Auxiliadora mia!
haced que el Espíritu Santo,
sea derramado
en esta pobre vasija de barro
y que sea por Él llenada
para purificarla y habitarla,
labrándola a tu semejanza.
Amén.

Día noveno

Oh, Amadísima! oh, Madre mía!
oh, Virgen María!
a la que los ángeles subirían
al Cielo con singular alegría.
Oh María, pináculo de amor!.
Oh, María!
reina hoy en cada corazón,
dándonos tu Inmaculado Corazón,
como Reina del Cielo y la tierra que sos!.
Oh, María, postrado ante Vos,
sólo tuyo soy, como esclavo de amor.
Amén.

La Pasion de Cristo... El Papel de Maria....Hagase en Mi

MADRE DEL CIELO

domingo, 1 de agosto de 2010

sábado, 10 de julio de 2010

BENDITA SEA TU PUREZA



Bendita sea tu pureza,
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.


A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.


Mírame con compasión;
no me dejes, Madre mía.

(Fr. Antonio Panes)

lunes, 5 de julio de 2010

Novena a la Virgen del Carmen

NOVENA A LA VIRGEN DEL CARMEN
Del 7 al 15 de Julio

Por la señal, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío. Me has de perdonar mis culpas y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti te amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.


ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos, cómo ofenden a tu divino Hijo y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.

DÍA PRIMERO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que fuiste figurada en aquella nubecilla que el gran Profeta de Dios, Elías, vio levantarse del Mar, y con su lluvia fecundó copiosamente la tierra, significando la purísima fecundidad con que diste al mundo a tu querido Hijo Jesús, para remedio universal de nuestras almas: te ruego, Señora, me alcances de su majestad copiosas lluvias de auxilios, para que mi alma lleve abundantes frutos de virtudes y buenas obras, a fin de que sirviéndole con perfección en esta, vida, merezca gozarle en la eterna. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA SEGUNDO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de tu enseñanza y ejemplo de que dichosamente gozaron. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas para saber como debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversación sean siempre para su mayor honra y gloria y edificación de mis prójimos. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA TERCERO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que te dignaste admitir con singular amor el obsequio filial de los Carmelitas, que entre todos los mortales fueron los primeros que en tu honor edificaron un templo en el Monte Carmelo, donde concurrían fervorosos a darte culto y alabanza. Te ruego, Señora, me alcances sea mi alma templo vivo de la Majestad de Dios, adornado de todas las virtudes, donde El habite siempre amado, adorado y alabado por mi, sin que jamás le ocupen los afectos desordenados de lo temporal y terreno. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA CUARTO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para mostrar tu especialísimo amor a los Carmelitas les honraste con el dulce nombre de hijos y hermanos tuyos, alentando con tan singular favor su confianza, para buscar en ti, como en amorosa Madre, el remedio, el consuelo y el amparo en todas sus necesidades y aflicciones, moviéndoles a la imitación de tus excelsas virtudes. Te ruego, Señora, me mires, como amorosa Madre y me alcances la gracia de imitarte, de modo que dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo, y que mi nombre sea inscrito en el libro de la predestinación de los hijos de Dios y hermanos de mi Señor Jesucristo. Así Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA QUINTO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para defender a los Carmelitas, tus hijos, cuando se intentaba extinguir la sagrada Religión del Carmen, mostrando siempre el amor y singular predilección con que los amparas, mandaste al Sumo Pontífice, Honorio III, los recibiese benignamente y confirmase su instituto, dándole por señal de que esta era tu voluntad y la de tu divino Hijo, la repentina muerte de dos que especialmente la contradecían. Te ruego, Señora, me defiendas de todos mis enemigos de alma y cuerpo, para que con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios y tuyo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

SEXTO DÍA

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para señalar a los Carmelitas por especiales hijos tuyos, los enriqueciste con la singular prenda del santo escapulario, vinculando en él tantas gracias y favores para con los que devotamente lo visten y cumpliendo con sus obligaciones, procuran vivir de manera que imitando tus virtudes, muestran que son tus hijos. Te ruego, Señora, me alcances la gracia de vivir siempre como verdadero cristiano y cofrade amante del santo escapulario, a fin de que merezca lograr los frutos de esta hermosa devoción. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA SÉPTIMO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que en tu santo Escapulario diste a los que devotamente lo visten, un firmísimo escudo para defenderse de todos los peligros de este mundo y de las asechanzas del demonio, acreditando esta verdad con tantos y tan singulares milagros. Te ruego, Señora, que seas mi defensa poderosa en esta vida mortal, para que en todas las tribulaciones y peligros encuentre la seguridad, y en las tentaciones salga con victoria, logrando siempre tu especial asistencia para conseguirlo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA OCTAVO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que ejerces tu especial protección en la hora de la muerte para con los que devotamente visten tu santo escapulario, a fin de que logren por medio de la verdadera penitencia salir de esta vida en gracia de Dios y librarse de las penas del infierno. Te ruego, Señora, me asistas, ampares y consueles en la hora de mi muerte, y me alcances verdadera penitencia, perfecta contrición de todos mis pecados, encendido amor de Dios y ardiente deseo de verle y gozarle, para que mi alma no se pierda ni condene, sino que vaya segura a la felicidad eterna de la gloria. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.


DÍA NOVENO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que extendiendo tu amor hacia los Carmelitas, aún después de la muerte, como piadosísima Madre de los que visten tu santo escapulario consuelas sus almas, cuando están en el Purgatorio, y con tus ruegos consigues salgan cuanto antes de aquellas penas, para ir a gozar de Dios, nuestro Señor, en la gloria. Te ruego, Señora, me alcances de su divina Majestad cumpla yo con las obligaciones de cristiano y la devoción del santo escapulario, de modo que logre este singularísimo favor. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

jueves, 24 de junio de 2010

viernes, 18 de junio de 2010

jueves, 10 de junio de 2010

Hoy celebramos el dia del Sagrado Corazón de Jesús.

Amigo acercate a una Iglesia y saluda al Sagrado Corazon en su dia.
El recompensara tu acercamiento.



miércoles, 19 de mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

Ven Espiritu Ven

ORACIONES AL ESPÍRITU SANTO.PARA PEDIR SUS 7 DONES

¡Oh Espíritu Santo!, llena de nuevo mi alma con la abundancia de tus dones y frutos. Haz que yo sepa, con el don de Sabiduría, tener este gusto por las cosas de Dios que me haga apartar de las terrenas.

Que sepa, con el don del Entendimiento, ver con fe viva la importancia y la belleza de la verdad cristiana.

Que, con el don del Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme, perseverar y salvarme.

Que el don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la fe y en el camino de la salvación.

Que sepa con el don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, lo falso de lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo y del pecado.

Que, con el don de Piedad, ame a Dios como Padre, le sirva con fervorosa devoción y sea misericordioso con el prójimo.

Finalmente, que, con el don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración por los mandamientos de Dios, cuidando de no ofenderle jamás con el pecado.

Lléname, sobre todo, de tu amor divino; que sea el móvil de toda mi vida espiritual; que, lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al menos con mi ejemplo, la belleza de tu doctrina, la bondad de tus preceptos y la dulzura de tu amor. Amén.
II

Ven Espíritu Santo, inflama mi corazón y enciende en el fuego de tu Amor. Dígnate escuchar mis súplicas, y envía sobre mí tus dones, como los enviaste sobre los Apóstoles el día de Pentecostés.

Espíritu de Verdad, te ruego me llenes del don de Entendimiento, para penetrar las verdades reveladas, y así aumentar mi fe; distinguiendo con su luz lo que es del buen, o del mal espíritu.

Espíritu Sempiterno, te ruego me llenes del don de Ciencia, para sentir con la Iglesia en la estima de las cosas terrenas, y así aumentar mi esperanza; viviendo para los valores eternos.

Espíritu de Amor, te ruego me llenes del don de Sabiduría, para que saboree cada día más con qué infinito Amor soy amado, y así aumente mi caridad a Dios y al prójimo; actuando siempre movido por ella.

Espíritu Santificador, te ruego me llenes del don de Consejo, para obrar de continuo con prudencia; eligiendo las palabras y acciones más adecuadas a la santificación mía y de los demás.

Espíritu de Bondad, te ruego me llenes del don de Piedad, para practicar con todos la justicia; dando a cada uno lo suyo: a Dios con gratitud y obediencia, a los hombres con generosidad y amabilidad.

Espíritu Omnipotente, te ruego me llenes del don de Fortaleza, para perseverar con constancia y confianza en el camino de la perfección cristiana; resistiendo con paciencia las adversidades.

Espíritu de Majestad, te ruego me llenes del don de Temor de Dios, para no dejarme llevar de las tentaciones de los sentidos, y proceder con templanza en el uso de las criaturas.

Divino Espíritu, por los méritos de Jesucristo y la intercesión de tu Esposa, María Santísima, te suplico que vengas a mi corazón y me comuniques la plenitud de tus dones, para que, iluminado y confortado por ellos, viva según tu voluntad, muera entregado a tu Amor y así merezca cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.
III

Amor infinito y Espíritu Santificador:

Contra la necedad, concédeme el Don de Sabiduría, que me libre del tedio y de la insensatez.

Contra la rudeza, dame el Don de Entendimiento, que ahuyente tibiezas, dudas, nieblas, desconfianzas.

Contra la precipitación, el Don de Consejo, que me libre de las indiscreciones e imprudencias.

Contra la ignorancia, el Don de Ciencia, que me libre de los engaños del mundo, demonio y carne, reduciendo las cosas a su verdadero valor.

Contra la pusilanimidad, el Don de Fortaleza, que me libre de la debilidad y cobardía en todo caso de conflicto.

Contra la dureza, el Don de Piedad, que me libre de la ira, rencor, injusticia, crueldad y venganza.

Contra la soberbia, el Don de Temor de Dios, que me libre del orgullo, vanidad, ambición y presunción.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Padre Gobbi y la Importancia dela Consagración al Inmaculado Corazon




El papa Benedicto XVI emprendió este miércoles su primera peregrinación a Fátima,

El papa Benedicto XVI emprendió este miércoles su primera peregrinación a Fátima, en Portugal, uno de los grandes santuarios del catolicismo, donde fue aclamado por la muchedumbre y suplicó a la Virgen para que la Iglesia no ceda a las "seducciones del mundo".

En la Capilla de las Apariciones, el Papa invocó su ayuda, "para que no falten vocaciones, para que no cedamos al egoísmo, a las seducciones del mundo y a las tentaciones del maligno", dijo.

El jefe de la Iglesia llegó procedente de Lisboa en helicóptero al santuario de Fátima, para celebrar el décimo aniversario de la beatificación de los pastorcillos Francisco y Jacinta Marto y conmemorar las apariciones de la Virgen en 1917.

En el emblemático santuario, donde fue vitoreado a su paso en papamóvil por cientos de miles de peregrinos y creyentes de todas las nacionalidades, oró en el mismo lugar donde, según la tradición, se le apareció la Virgen a tres pastorcitos el 13 de mayo de 1917.

Arrodillado ante la estatua de María, el Papa rezó también por su predecesor, Juan Pablo II, quien visitó tres veces el santuario y donó a la Virgen la bala que le extrajeron tras el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981.

"Es motivo de profunda consolación para nosotros saber que has sido coronada no sólo con el oro y la plata de nuestras alegrías y esperanzas, sino también con la 'bala' que simboliza nuestras preocupaciones y sufrimientos", invocó el Papa.

El fallecido pontífice estaba convencido de que la Virgen de Fátima le había salvado la vida tras el grave atentado sufrido en la plaza de San Pedro en 1981, precisamente un día 13 de mayo, el mismo día de la primera de las apariciones marianas.

"Vengo como peregrino de Fátima", advirtió Bendicto XVI durante el vuelo papal, en el que asoció indirectamente el tercer secreto de Fátima con los "sufrimientos" que padece actualmente la Iglesia por el escándalo de haber encubierto por décadas los abusos sexuales cometidos por sacerdotes a menores.

La jornada del Papa, que incluyó el rezo de Vísperas con sacerdotes y diáconos a los que invitó a ser "leales" a su vocación, se concluyó con un sentido pedido a la Virgen.

"Que tu presencia haga florecer el desierto de nuestras soledades y brille el sol sobre nuestra oscuridad, que regrese la calma tras la tempestad", rogó al término de la ceremomia.

En la mañana, en Lisboa, ante más de mil personalidades y representantes del mundo de las letras y de las artes, entre ellos el legendario cineasta Manoel de Oliveira, de 101 años, los instó a mantener los valores cristianos.

martes, 11 de mayo de 2010

El Papa viaja a Portugal por la Virgen de Fatima

Primer discurso
«La Iglesia está abierta a colaborar con quien no margina ni reduce al ámbito privado la consideración esencial del sentido humano de la vida». Con estas palabras, pronunciadas nada más llegar al aeropuerto de Portela (Lisboa), inauguró hoy el Papa Benedicto XVI su visita apostólica a Portugal.

Tras la llegada del avión papal, a las 11 de la mañana (hora local), el Papa fue recibido por el presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, por el patriarca de Lisboa, cardenal José Policarpo, y por otras autoridades eclesiales y civiles, informa Zenit.

En un palco preparado para la ocasión, y tras el saludo del presidente Cavaco Silva, el Papa pronunció un breve discurso en el que aludió a la concepción de laicidad positiva, y a la importancia del reconocimiento de la libertad religiosa en la vida pública.

La relación con Dios, explicó a los presentes, «es constitutiva del ser humano: éste ha sido creado y ordenado hacia Dios, busca la verdad en su propia estructura cognoscitiva, tiende hacia el bien en su esfera volitiva, y es atraído por la belleza en la dimensión estética».

«No se trata de un enfrentamiento ético entre un sistema laico y un sistema religioso, sino más bien de una cuestión de sentido a la que se confía la propia libertad», aclaró Benedicto XVI.

En este sentido, aludió a la constitución de la República Portuguesa, acontecimiento que celebra este año su centenario, y que estableció formalmente la separación entre la Iglesia y el Estado en este país.

«El giro republicano, que se produjo hace cien años en Portugal, abrió, en la distinción entre Iglesia y Estado, un nuevo espacio de libertad para la Iglesia, al que los dos concordatos de 1940 y de 2004 habrían dado forma, en ámbitos culturales y perspectivas eclesiales demasiado marcadas por rápidos cambios».

Es verdad que esta separación, reconoció el Papa, provocó «sufrimientos causados por las transformaciones», pero afirmó que en general fueron «afrontados con coraje».

«Vivir en la pluralidad de sistemas de valores y de cuadros éticos requiere un viaje al centro del propio yo y al núcleo del cristianismo para reforzar la calidad del testimonio hasta la santidad, encontrar caminos de misión hasta la radicalidad del martirio», añadió.

Un peregrino de Fátima
El Papa subrayó que su visita que hoy comienza al país luso «bajo el signo de la esperanza, quiere ser una propuesta de sabiduría y de misión».
«Vengo como peregrino de la Virgen de Fátima, investido de lo Alto en la misión de confirmar a mis hermanos que avanzan en su peregrinación hacia el Cielo», afirmó Benedicto XVI.
En este sentido, subrayó que la aparición de la Virgen en esta pequeña localidad fue «un designio amoroso de Dios; no depende del Papa, ni de cualquier otra autoridad eclesial».

«No fue la Iglesia quien impuso Fátima, sino que fue Fátima la que se impuso a la Iglesia», exclamó.

En aquel acontecimiento el Cielo se abrió «precisamente sobre Portugal, como una ventana de esperanza que Dios abre cuando el hombre le cierra la puerta, para recomponer, en el seno de la familia humana, los vínculos de la solidaridad fraterna que se apoyan sobre el reconocimiento recíproco del mismo y único Padre».

«La Virgen María vino del Cielo para recordarnos verdades del Evangelio que constituyen para la humanidad, fría de amor y sin esperanza en la salvación, fuente de esperanza», una esperanza que se basa en la relación «vertical y trascendente» del hombre con Dios.

El Papa Benedicto XVI concluyó su discurso confiando a Portugal «a la Virgen de Fátima, imagen sublime del amor de Dios que abraza a todos como hijos».

Raíces cristianas
Por su parte, el Presidente Cavaco Silva, en su discurso de bienvenida, afirmó que la separación entre la Iglesia y el Estado en Portugal «convive con las marcas profundas de la herencia cristiana presente en la cultura, en el patrimonio y, por encima de todo, en los valores humanistas».

Portugal «reconoce el papel de la Iglesia católica y respeta y apoya el servicio inestimable que presta a la sociedad», subrayó.

En este sentido, recordó que «en otros tiempos, dando una contribución preciosa a la expansión de la fe cristiana, abrimos al mundo al diálogo universal. Una actitud particularmente adecuada en un tiempo en el que, quizás más que nunca, se reclama un entendimiento entre el discurso de la razón y el discurso de la fe».

viernes, 7 de mayo de 2010

Nuestra Señora de Lujan 8 de mayo. Patrona de la Argentina



Encendamos una vela a las 15 hs pidiendo por la patria argentina.



En 1630, la carreta que transportaba la imagen se detuvo en los pagos de Luján. La Vírgen nunca se movió de aquí. En torno de ella se fundó y creció una las ciudades más reconocidas de nuestro país. La imagen venía de Brasil (Paracaiba) y viajaba por encargo de un portugués hacia Sumampa, Santiago del Estero.

Está construida por un alfarero con arcilla brasileña cocida. Tiene 38 centímetros de alto. Su manto azul está caido, salpicado de estrellas blancas y es la túnica encarnada.
Para resguardar la estatuilla original, el padre Jorge Salvaire le hizo colocar una campana de plata que le dió la forma característica que hoy se conoce mundialmente.

El Negro Manuel:

Desde que llegó a la Argentina, este hombre dedicó toda su vida, a cuidar a la Virgen de Luján. Lo trajeron desde Africa y lo vendieron como esclavo en Brasil. A los 20 años de edad, llego al Río de la Plata en la embarcación en donde venia la Bendita imagen, y presenció el milagro en la estancia de don Rosendo.

No se sabe quien era su dueño, pero Manuel permaneció en la estancia cuidando la imagen, y consagro su vida a la atención de la Santísima Virgen.

Dice la tradición que Manuel, realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla y relataba a los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar consuelo a los afligidos. Manuel guardaba de los viajes de la Virgen de Lujan los abrojos que se desprendían de su vestido. Hasta el fin de sus días cuido de la Virgen de Lujan.

martes, 27 de abril de 2010

Linchamiento mediático "sólo favorece" al Papa Benedicto XVI, dice filósofo francés

Linchamiento mediático "sólo favorece" al Papa Benedicto XVI, dice filósofo francés

San Luis María Grignon de Montfort, "Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es".

"A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy
devoto de la Virgen María".
- San Luis de Montfort


El libro de San Luis, Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María, se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. El Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo:
"Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es".


SU VIDA

Es el fundador de los padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Montfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijosDesde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.

Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle un vestido y se fue donde el sastre y le dijo: "Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?". El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre.

El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento. Los psicólogos dicen que si Montfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico, déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y esto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.

Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.

Luis Grignon de Montfort será un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a un Santuario de la Virgen a los que sobresalieran en piedad y estudio. Y Luis se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le atienda rapidito para poder alejarse. El iba a charlas con sus dos grandes amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.

Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.

San Luis Maria de MonfortMontfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto echa fuera muchos malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las gentes: "¿Aman a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?".

Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito: "Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima". No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.

A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de "Misionero Apostólico", con permiso de predicar por todas partes.

En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. Esto no se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Montfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: "El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros". Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.

Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor a la Sma. Virgen, y adelante que "donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista". Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones.

San Luis de Montfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Montfortianos (a cuya comunidad le puso por nombre "Compañía de María") y las Hermanas de la Sabiduría.

Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, agotado de tanto trabajar y predicar.

ORACIÓN

San Luis Grignon de Montfort, ruega a la Virgen Santísima
que nos envíe muchos apóstoles que, como tú, se dediquen
a hacer y a amar más y más a Jesús.

Sobre la tumba de San Luis de Montfort dice:

¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María Grignon Montfort.

¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.

Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.

Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió.
Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.