RADIO FE LATINA

Hijos de la Virgen Santisima que se acercan a esta Casa de Maria.

Todos estamos llamados a ser SANTOS

"Todos los seres humanos están llamados a la santidad que, en última instancia, consiste en vivir como hijos de Dios, en esa “semejanza” a Él, según la cual, han sido creados. Todos son hijos de Dios, y todos tienen que llegar a ser lo que son, a través del camino exigente de la libertad».
(S.S. Benedicto XVI, 1 de noviembre de 2007)

viernes, 9 de abril de 2010

San Gregorio de Nisa y la Virgen Santa

En torno al año 335, nació San Gregorio en Cesarea, capital de la Capadocia, zona situada en la parte centro-oriental de la actual Turquía. Durante su juventud, se dedicó con empeño al estudio de la filosofía y trabajó como maestro de Retórica. Poco después, siguió los pasos de sus hermanos mayores, San Basilio y Santa Macrina, e ingresó en on monasterio.

En las controversias doctrinales de esa época, originadas principalmente por la herejía arriana, desempeñó un importante papel con su hermano San Basilio en defensa de la fe católica, profesada en Nicea. En el año 372, fue consagrado Obispo de Nisa e intervino en el Concilio de Constantinopla. En sus últimos años, se le nombró Arzobispo de Sebaste y redactó los escritos más memorables de su doctrina espiritual, hasta su fallecimiento en el año 394.

Es autor de numerosas obras, que comprenden temas dogmáticos, ascéticos y de exégesis. El fragmento presente forma parte de una epístola a Armonio y constituye un breve tratado ascético, sencillo y cercano a cualquiera que desee vivir las exigencias de la vocación cristiana. Su lenguaje es directo, fruto de una larga experiencia como pastor de almas.

Desde el inicio, plantea con claridad el tema que va a desarrollar. Se pregunta qué significa llevar el nombre de Cristo. Para encontrar la respuesta, su argumentación parte de un principio observable en la realidad: el nombre de las cosas indica su naturaleza, por eso la naturaleza de cada cosa debe coincidir con el nombre que ha recibido. Advierte, por tanto, que no basta con llamarse cristiano para serlo, y lo ilustra con una simpática anécdota.

De este modo, llega a decir que somos cristianos si en nuestra vida incorporamos la riqueza de significados contenidos en el nombre del Señor. Esta propuesta invita a una gran lucha interior, para que se cumpla lo expresado por San Pablo: es Cristo quien vive en mi (Gal. II, 20), porque el discípulo está llamado a identificarse con su Maestro.

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